Nos decimos que queremos transformar nuestra
realidad, nuestra forma de vida, pero no queremos arriesgarnos a perder “nuestro
estándar de vida”, como lo solemos llamar. Creemos que “si nos portamos bien”
el universo nos debe proveer, sin que nosotros tengamos que cambiar nada, sin
sentirnos incómodos por ser más “pobres”. Entonces, empiezan las
contradicciones. Me endeudo, o trabajo de más, para poderlo luego, de hecho,
malgastarlo en substitutos que ni siguieran mi apetecen. La lista puede ser infinita:
cine, vacaciones, hacer todo aquello que supongo me da placer. Y todo esto,
perdiendo la ubicuidad no sólo de lo económico, sino también priorizando y sosteniendo
observadores que “me aseguran” que aquello valores de los que me dará
satisfacción. Tampoco se trata de huir de ellos, simplemente por un ideal de
austeridad, sino de no ser esclavo de estos valores, que en realidad, son la
base en la que malgasto tiempo y dinero. Uno muy conocido, es trabajar todo el
año, para poder pasar dos o tres semanas, en una zona que me han convencido que
es muy linda. La contradicción no termina en el esfuerzo por lograr costearme
esas vacaciones en el paraíso, sino que en realidad el paraíso no lo disfruto.
Cambio de mirada. Díptico. |
Ponerse disponible a lo desconocido, a que
opere lo más sutil de la consciencia en nuestras estructuras y realidad, estar
dispuesto a ello, es algo sin condiciones o validando creencias que alimenten
aquello que en realidad no nos hace falta.
Creemos que nos falta tiempo, sin embargo,
cuando logramos soltar las falsas creencias, que el tiempo nos sobra. Y lejos
de alejarnos de lo cómodo, es lo más cómodo, en realidad, mucho más que el supuesto
confort.
/Confort
3 16 14 7 16 19 21= 88
El verdadero confort es la torsión que nos sugieren los ochos, que sólo convergen en un punto. Nuestro verdadero lugar, está en el centro. Pero, dos ochos, también nos sugiere el yin y el yang.
No hay comentarios:
Publicar un comentario